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MÚSICA Y SONIDO

La música ha acompañado mi existencia desde mucho antes de mi nacimiento. Mi madre me ha contado en repetidas ocasiones como solía escuchar sus cantantes preferidos en su walkman horas antes de darme a luz. En mi casa, siempre sonaba música de todo tipo.

 

Aunque mis padres nunca estudiaron música, gracias a la influencia de mi abuelo materno, decidieron apuntarme a clases de violín a la temprana edad de 4 años. Desde entonces, y después de muchas aventuras y desventuras, el violín y la música han acompañado y marcado mi camino de vida.

 

Creo que mi otro amor secreto siempre fue la danza, un arte íntimamente relacionado con la música...un impulso creativo que nunca acabé de  desarrollar abierta y libremente en mi niñez. Hoy en día, sin embargo, reinvidico el movimento musical y la danza como expresiones fundamentales de la propia esencia y vitalidad.

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A lo largo de mi trayectoria profesional he podido conocer e interpretar música de lugares y estilos muy diferentes. Desde la música llamada clásica, en la qual me formé académicamente, hasta el jazz, la música tradicional y de autor...hasta música indefinible y sin etiquetas. Estoy profundamente agradecida a los muchos músicos con los que he podido compartir momentos y escenarios. Algunos de los que han influido más en mi desarrollo son el maravilloso Rubén Fernández, los mágicos Adriana y Jesús de Évoeh, mi gran amiga Lídia Papió y el increíble Abel Benito.

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En la vida, no hay nada como tener una buena banda sonora

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Vivo la música como un regalo y como una puerta a un mundo que me ofrece una fuente infinita de descubrimiento y novedad. Cada melodía, armonía, ritmo, voz, sonido...nos hace viajar de una forma única si estamos dispuestos a dejarnos llevar. Nos abre espacios y nos sacude en cada fibra de nuestra energía vital. Creo que muchas veces no somos conscientes de la potencia y de la intensidad de este efecto que puede producir el sonido y la música en nosotros. A menudo, la relegamos a un acompañamiento de fondo, dejamos su influencia al azar, o quizás buscamos bañarnos por su energía cuando queremos cambiar nuestro estado de ánimo o por el contrario reforzarlo. 

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Podría decir que, hoy en día, la manera en la que me siento más feliz haciendo música es compartiendo e improvisando con almas afines con las que podemos dejarnos llevar, experimentar, jugar, volar y bailar, sin juicio y con la seguridad de que el viaje siempre nos traerá algo valioso y preciado.

 

Probablemente, me encuentres tocando con Lídia Papió, mi amiga pianista y compositora (escucha su nuevo áblum clicando aquí) o participando en un concierto en algún lugar mágico y remoto.

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